Texto: Pablo Montero
Ante todo expresar el máximo respeto a la decisión o posibilidad de los padres acerca de la utilización del chupete por sus hijos/as ya que cada familia es diferente así como sus necesidades y circunstancias. Me propongo realizar unas consideraciones generales sobre el casi siempre controvertido “chupete”.
Son muchas los beneficios que tiene para el niño la utilización del “chupe” desde temprana edad, ya que supone uno de los primeros elementos sustitutivos del cuerpo de la madre, tanto cuando el bebé toma pecho o cuando es alimentado con biberón. El bebé no sólo es calmado por otro sino que también aprende a calmarse a sí mismo mientras desarrolla su oralidad (puedo tener placer y sentirme seguro aunque mamá no esté). Ante las inevitables separaciones el bebé tendrá más recursos para poder defenderse de las situaciones de la realidad que le puedan angustiar, y lo que es más importante, inicia un camino hacia una creciente autonomía.
Si un bebé no acepta el chupete sería conveniente insistir hasta que lo hiciera (probando con diferentes tipos) y si no lo hace tener en cuenta que va a ser importante que con chupete o no, genere recursos sustitutivos (otros objetos, otras personas, espacios propios diferenciados y si son los dedos mejor el índice y el corazón) que lo ayuden tanto a consolarse como a darse placer oral y que el cuerpo de la madre no ocupe todo ese terreno ya que en la separación de ella el niño se queda sin defensas para protegerse.
Pero ¿cuál sería la medida adecuada? En circunstancias normales conforme el niño va creciendo va generando recursos nuevos y con nuestra ayuda va aprendiendo a defenderse solito cada vez de más cosas y va encontrando otras maneras de calmarse. Tal vez, mantener el chupete a discreción no sea lo más conveniente, si no facilitarlo cuando el niño lo necesita realmente, por ejemplo no cuando está jugando, haciendo actividades escolares, viendo un cuento o una peli, ya que precisamente esas situaciones se convertirán a su vez en formas de entretenimiento, calma y divertimento, o sea formas más maduras de disfrute que tranquilizan internamente.
Conforme pasan los meses y se van encontrando otras formas de tranquilizarse y obtener placer, el chupete puede quedar para los momentos más difíciles (para dormir por ejemplo o en situaciones de estrés en general), siendo alrededor de los dos años cuando pueda ser conveniente dejarlo. Para lo que se pueden tener en cuenta las siguientes consideraciones:
- En una medida adecuada, no excesiva, el chupete no tiene por qué generar problemas en la boca (más el dedo gordo) aunque es prudente generar las condiciones adecuadas para que pueda prescindir de él entorno a los dos años de edad.
- Nos preguntaremos primero cómo es la relación del niño con el chupe (cuándo lo utiliza, está muy enganchado o poco, tiene recursos más maduros ya creados…)
- Que no coincida con otro momento importante (mudanza, retirada pañal, nacimiento hermano…)
- Se puede empezar de día y mantenerlo por la noche; ese sería el segundo paso.
- Entenderlo como un momento madurativo en el que el niño acepta hacerse mayor y que obtiene una compensación a la pérdida sufrida ya que sus papás se sienten orgullosos de él y él se siente orgulloso de sí mismo.
- Las palabras y el cariño se convierten en nuestras aliadas a la hora de calmar sus ansiedades.
- Se puede recurrir a algún cuento que hable del tema.
- Mientras tenga chupe por la noche, desde bebé, quitárselo cuando se duerma ayuda luego a que prescinda de él más fácilmente.
- Cuando sólo lo tenga por la noche suelen pasar dos o tres noches difíciles hasta que se acostumbran a dormir sin él.
Y como siempre, mucha paciencia, cariño y confianza.