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Bienvenidos/as a nuestro blog

Bienvenidos/as a nuestro blog. Vamos a utilizar este espacio virtual como medio de comunicación con las familias que tienen a sus hijos/as matriculados en nuestro centro. Sobre todo ha sido pensado como un medio ágil de transmisión de información. Para más información: www.escuelapulgarcito.es /// 954156932/954156343 /// Rotonda de la era. Tomares (Sevilla)

LA EMPATÍA


Dpto. de Orientación
Texto: Pablo Montero
 
Sólo cuando sentimos realmente lo que puede estar sintiendo la otra persona, nos podemos poner en su lugar y dar una respuesta adecuada. Por eso es  tan importante que para conocer a los hijos/as primero conectemos con nuestras propias emociones. Ponerse en el pellejo del otro pasa por saber qué ocurre en nuestra propia piel  y eso no siempre es fácil. Hablamos de la empatía.

A veces, quienes tienen hijos, pueden sentir, y es comprensible, preocupación o culpa por pensar que no lo están haciendo bien como padres. Y no se trata de atender a esa parte de nuestra conciencia tan exigente a veces, sino de la responsabilidad de unos progenitores que tratan de mejorar día a día. El autorreproche dificulta el pensamiento y por tanto no ayuda en la relación con los hijos.
Cuando unos padres confían en que lo hacen lo mejor que pueden, cuando comprenden que ser padres y madres  también es un acto de nacimiento que lleva un periodo de gestación, cuando no tratan de ser los padres perfectos, se encuentran en el día a día con los hijos con menos angustia y ello les permite poder estar en mejores condiciones para pensar y poder entender qué le ocurre a su hijo. Ser unos padres aceptables tal vez sea el objetivo. Y cuando surgen las dificultades, más que latigarse, a lo mejor se puede abrir una reflexión personal sobre cosas  que se nos pueden  escapar de las manos (inconscientes) y tienen que ver con nuestra propia infancia, nuestra relación con nuestros propios padres o sobre cómo asumimos nuestra maternidad o paternidad.

La empatía exige que a la otra persona se la considere como un igual, en el sentido que las emociones y sentimientos son comunes a todos, niños y adultos. Por eso debemos comprender al otro desde dentro, no por fuera, de una manera racional o intelectual.
Podemos, así, leer entre líneas, pero no sólo entre los renglones del que tenemos delante, si no sobre todo entre los propios, porque eso nos facilitará saber lo que el otro puede sentir; cuando hemos indagado en nuestros propios estados de existencia sentimientos como el amor, la ira, los celos, o la tristeza, cuando hemos atravesado algunos de nuestros fantasmas, se hace más fácil darnos cuenta de lo que el otro siente. Entonces,  no son necesarias las técnicas ni los métodos, todo viene rodado.

Tal vez podamos intentar comprender a los hijos, a partir de aquel niño que fuimos, sin quedarnos atrapados en ese sentimiento infantil y sin dejar de funcionar como padres- adultos.
La tarea  como padres y educadores se enriquece si existe un conocimiento a nivel emocional de uno mismo que ayude a tener más recursos en la relación con el niño.







EL NIÑO PEQUEÑO: DEL AÑO A LOS DOS AÑOS Y MEDIO

Penélope Leach, Psicóloga  autora del libro Bebé y niño. Edit. Grijalbo


El niño pequeño ya no es un bebé que se siente parte de usted, que la utiliza como medio de control, como la persona que le facilita las cosas, como espejo de sí mismo y del mundo. Pero todavía no es un niño, dispuesto a verla como persona por derecho propio, a aceptar la responsabilidad por sí mismo y por sus acciones en relación con usted. Ha empezado a ser consciente de que usted y él son personas separadas. A veces afirma esta individualidad recién descubierta gritando « ¡No!» y «Déjame!», oponiéndose a su control y ayuda cada vez que surge un tema. Pero otras veces se aferrará a usted, llorará cuando salga de su habitación, extenderá las manos para que lo coja en brazos y exigirá, con la boca abierta, que lo alimente.
Su comportamiento intermedio es confuso para usted, pero es doloroso para él. Tiene que convertirse en persona por derecho propio, pero se siente más seguro si continúa siendo posesión de usted. Ha de empezar a rechazar su control total sobre él, pero le resulta más fácil aceptarlo. Tiene que desarrollar gustos y aversiones propias, perseguir sus propios fines, incluso cuando se contradicen con los suyos, aunque ese conflicto le parezca desesperadamente peligroso. Todavía la quiere con una pasión sin igual y depende por completo de usted para encontrar apoyo emocional. El imperativo del desarrollo de la independencia entra en conflicto con el imperativo emocional propio del amor.

Si espera que el niño pequeño siga siendo lo que fue, un bebé comparativamente manejable, tendrá que chocar directamente con usted. Tratado como un pequeño, será rebelde. Tratado como mayor, será un quejica.

Hay un camino intermedio que le permite aventurarse, al mismo tiempo que le ofrecemos seguridades contra posibles «desastres»; ayúdelo a probar, pero amortigüe sus fracasos; ofrézcale una firme estructura para un comportamiento aceptable, pero de tal modo que no dañe su naciente sentido de ser dueño de sí mismo. Depende de la comprensión o del rechazo para que no se deje engañar por las apariencias. En muchos aspectos parece bastante más crecido de lo que él mismo se siente. Su capacidad para hablar, caminar y jugar se ha desarrollado hasta el extremo en que parece haber pocas diferencias con respecto a un niño de tres años, pero su comprensión y su experiencia todavía no están a esa altura. Si lo trata como un bebé, lo frenará. Tiene que aprender a comprender. Debe adquirir experiencia. Pero si lo trata como lo haría con un niño en edad preescolar, lo someterá a una presión excesiva. Se le tiene que enseñar a comprender y sus experiencias tienen que ser manejables.

La clave para comprender al niño pequeño radica en comprender el desarrollo de sus procesos de pensamiento. Sólo en la medida
en que éstos maduren, esas emociones conflictivas y habilidades engañosas se unen para formar un todo razonable y manejable en que ya se ha convertido el niño.

La memoria del niño pequeño, por ejemplo, no funciona todavía como lo hará cuando sea mayor. Recuerda a personas, lugares, canciones y olores, pero su memoria para algunos detalles sigue siendo muy corta. Cuando era un bebé y hacía cosas propias de bebé, eso no era importante ni parecía muy evidente. Pero ahora trata de hacer cosas de niño mayor, de una forma vital y cuidadosa. Día tras día tropieza y se cae con el escalón que hay entre la cocina y el salón. Irritada y preocupada por los golpes que se da en la cabeza, usted se pregunta si aprenderá alguna vez. Aprenderá, pero necesitará su tiempo. No puede «llevar el escalón en la cabeza» hasta que la experiencia repetida le haya dado finalmente un lugar permanente en su memoria. Cuando era un bebé, su tarea fue evitar que se cayera.. Ahora, cuando ya es un niño pequeño, su tarea consiste en indicarle  la presencia del escalón. Pero en estos momentos la tarea principal consiste en modificar los dolorosos resultados de esa serie de experiencias y refrescar esa memoria. Puede que tenga que acolchar el escalón y a continuación recordarle su presencia.

Del mismo modo que el recuerdo de las cosas ocurridas en el pasado es selectivo, también lo es su capacidad para la premeditación. Aunque entiende que usted se va a trabajar al verla con el maletín en la mano, no prevé los resultados de su propio comportamiento. Si es capaz de subir esa escalera de mano que tanto le atrae, lo hará. No puede pensar por adelantado en el problema de cómo volver a bajar. A menudo, las dificultades con la memoria y con la previsión se combinan para producirle problemas. Se le ha reñido una y otra vez por girar los botones de la televisión, pero cuando hoy se acerque al aparato no recordará los regaños anteriores ni preverá el próximo que se le avecina. Esos botones lo atraen como un imán.

Como no puede pensar por adelantado, apenas es capaz de esperar para hacer lo que sea. Si quiere algo, lo quiere ahora, y sus gritos empiezan incluso cuando la ve quitar la envoltura del anhelado helado. Incapaz de esperar por las cosas que le gustan, no soporta ni siquiera la pequeña incomodidad actual para estar más cómodo un poco más tarde. Gimotea desconsolado porque el helado lo ha dejado pegajoso y, sin embargo, se opone al paño húmedo con el que se le pretende lavar la cara y que le producirá alivio. Sólo tiene la posibilidad de vivir el momento presente.

Otro tipo de inmadurez similar en su pensamiento hace que también tenga problemas en sus relaciones con las personas. La quiere a usted. Todo el mundo le dice que él la quiere mucho. Él mismo también se lo dice y al recibir usted su enorme abrazo y su sonrisa maliciosa o su risa de satisfacción, puede estar segura de que la ama. Y sin embargo, a menudo no puede comportarse de la forma en que los adultos pensamos como «cariño». No puede ponerse en lugar de usted, ni ver las cosas a través de sus ojos. Detestará que usted se ponga a llorar, pero serán los sentimientos que provocan sus propias lágrimas lo que le disgustará, y no los sentimientos que la presencia de esas lágrimas representan en usted. Su tarea todavía no consiste en tener en cuenta los sentimientos de otras personas; antes tiene que reconciliarse con los propios sentimientos. Si él le pega, y usted le devuelve el golpe para demostrarle «lo que se siente», le habrá dado una lección que no está preparado para aprender. Llorará como si golpear fuera una idea totalmente nueva para él. No establece relación alguna entre lo que le hizo y lo que usted le ha hecho a él, entre los sentimientos propios y los suyos.

A menudo incluso sus propios sentimientos son un verdadero misterio para él. No sabe lo que siente ahora, y eso, combinado con su incapacidad para recordar lo que sintió la última vez, o para predecir lo que sentirá después, hace que le sea tremendamente difícil tomar decisiones. «¿Quieres quedarte conmigo o ir a la tienda con papá?», parece una elección sencilla e insignificante, pero no es ni tan directa ni tan poco importante para el niño pequeño. ¿Con quién de los dos disfrutará más? ¿Con quién disfrutó más la última vez? ¿Qué tiene ganas de hacer ahora? No lo sabe y no puede saberlo. Vacila en su decisión, y sea ésta la que fuere, se siente desdichado.

Tendrá que aprender a tomar sus propias decisiones. Nadie puede madurar si alguien toma todas las decisiones por él. Pero practicar la toma de decisiones debería hacerse con aquellas en las que no tenga nada que perder. Si tiene que elegir entre dos dulces, «¿Cuál te comerás primero?» es la pregunta que él puede considerar sin sentir tensión alguna. Al fin y al cabo, tiene los dos a su disposición. Nadie le quitará el dulce que decida no comerse primero. Y puede cambiar de opinión seis pegajosas veces si así lo quiere.

El lenguaje del niño puede causarle problemas al sugerir que su comprensión es mayor de lo que es en realidad. Aprende palabras nuevas y las utiliza cada vez más libremente, pero a muchas de ellas todavía les faltan los significados más sutiles. Puede utilizar la palabra «promesa», por ejemplo, pero posiblemente no comprenda el concepto que suele transmitir esta palabra. Si le ofrece cinco minutos más de juego, prometerá irse a la cama inmediatamente después. Pero tras esos cinco minutos quiere otros cinco. Entonces no entiende el reproche de su voz cuando le dice: Pero me has prometido......

Las palabras también le producen problemas con la verdad. Quizá hable ya con la suficiente fluidez como para expresar frecuentes acusaciones negativas cuya exactitud todavía no significan nada para él. Habla según que siente. Puede que haya sido el perro el que haya causado ese charco pero desea que hubiera sido así, y lo dice de ese modo. Cuando, en el transcurso de una pelea con su hermana se cae y se hace daño en una rodilla dice que ella lo empujó. En realidad, ella no le hizo nada, sino que más bien se rió de sus sentimientos. Lo que dice es una especie de verdad sentida, que resulta ser bastante diferente que la verdad de los adultos.

Más adelante podrá usted demostrarle el valor de las promesas hechas responsablemente y mantenidas a rajatabla, de la verdad dicha y de las mentiras que hay que evitar. Pero todavía es demasiado pronto. No lo atosigue  con conceptos que no puede comprender. Está haciendo lo mejor que puede por agradar, pero si espera demasiado de su nivel, fracasará.

El ritmo evolutivo del niño le ha indicado que ya es hora de dejar de ser un bebé y progresar hacia el estatus de individuo. Si lo trata como a un bebé, luchará con usted a lo largo del camino y, al final, se ganará su independencia, porque eso es lo que debe hacer. Pero la ganará a un precio terrible, pagado en forma de amor perdido. Ese ritmo evolutivo todavía no equivale a «niñez», por lo que tampoco serán efectivos los intentos por disciplinarlo como se disciplina a un niño. Se enfrentará usted a una falta de comprensión que parece como si fuera un desafio, y cada batalla en la que participe terminará con amor perdido. Así pues, no intente conseguir el control absoluto y no participe en batallas morales.

El pequeño será «bueno» si tiene la sensación de hacer lo que usted desea de él y no tiene ganas de hacer cualquier cosa que a usted le disguste. Con un poco de astucia, puede organizar su vida y sus temas en particular como un todo, de tal modo que ambos deseen lo mismo la mayoría de las veces. El pequeño tiene los cubos de plástico desparramados por el suelo, y usted quiere que la habitación esté ordenada. Si le dice que los recoja, probablemente se negará. Si insiste, se entablará una pelea que usted no puede ganar. Si le grita o le castiga, lo reducirá al desconsuelo, pero nada de eso hará que recoja los cubos del suelo. En cambio, si le dice: «Apuesto a que puedes guardar todos esos cubos en la bolsa antes de que yo haya terminado de recoger estos libros», habrá convertido todo el asunto en un juego. Entonces él deseará hacer lo que usted quiere que haga, y lo hará. No lo hará «por mamá», y tampoco por ser un «buen chico», sino porque usted ha conseguido que desee hacerlo. Y en eso consiste el truco. En dirigir su vida al prever las dificultades y soslayarlas, al evitar las órdenes absolutas que serán absolutamente rechazadas, al dirigir y guiar al niño hacia el comportamiento que desea que muestre, porque nada le ha hecho desear comportarse de otro modo.
La recompensa es diversión para todos, en vez de enfrentamiento. Pero la recompensa que se obtendrá después es mucho más importante. Este niño pequeño, que todavía no sabe distinguir lo correcto de lo incorrecto, que no puede elegir entre comportarse bien y mal, está creciendo. Llegará el momento en que comprenderá cuáles son los sentimientos y los derechos de usted, que recordará las instrucciones que se le han dado, que preverá los resultados de sus acciones, comprenderá las sutilidades del lenguaje cotidiano y reconocerá los sentimientos y los derechos de los demás. Cuando llegue ese momento, podrá ser «bueno» o «revoltoso» a propósito. Lo que elija entonces dependerá en buena medida de lo que sienta sobre sus adultos «especiales». Si llega a esa siguiente fase del crecimiento con la sensación de que ustedes son básicamente cariñosos, que aprueban lo que hace y que están de su parte, querrá agradarles (en la mayoría de las ocasiones).Así pues, y con numerosos lapsos, se comportará como ustedes desean. Pero si llega a esa fase con la sensación de que son ustedes abrumadores, incomprensibles y que están contra él, quizá ya haya decidido que no vale la pena intentar agradarles porque se enfadan a menudo con él, y porque es demasiado peligroso amarles, debido a que con mucha frecuencia ha tenido la impresión de que ustedes no le amaban.

Si alguna vez se preguntan si están siendo demasiado débiles y condescendientes con su hijo pequeño, o si alguien les sugiere que ha llegado el momento de ser más duros con él, miren hacia delante. Si el niño cumple sus tres o cuatro años sin buscar su aprobación, sin sentirse cooperativo, sin seguridad de amar y ser amado, habrán perdido la base para una «disciplina» fácil y efectiva durante toda la infancia. En esta fase de su desarrollo, un niño feliz es un niño fácil de llevar ahora, y un niño fácil de llevar ahora, también lo será en el futuro.




Chupete

Dpto. de Orientación
Texto: Pablo Montero         

Ante todo expresar el máximo respeto a la decisión o posibilidad de los padres acerca de la utilización del chupete por sus hijos/as ya que  cada  familia es diferente así como sus necesidades y circunstancias. Me propongo realizar unas consideraciones generales sobre el casi siempre controvertido “chupete”.
Son muchas los beneficios que tiene para el niño la utilización del “chupe” desde temprana edad, ya que supone uno de los primeros elementos sustitutivos del cuerpo de la madre, tanto cuando el bebé toma pecho o cuando es alimentado con biberón. El bebé no sólo es calmado por otro sino que también aprende a calmarse a sí mismo mientras desarrolla su oralidad (puedo tener placer y sentirme seguro aunque mamá no esté). Ante las inevitables separaciones el bebé tendrá más recursos para poder defenderse de las situaciones de la realidad que le puedan angustiar, y lo que es más importante, inicia un camino hacia una creciente autonomía.
Si un bebé no acepta el chupete  sería conveniente insistir hasta que lo hiciera (probando con diferentes tipos) y si no lo hace tener en cuenta que va a ser importante que con chupete o no, genere recursos sustitutivos (otros objetos, otras personas, espacios propios diferenciados y si son los dedos mejor el índice y el corazón) que lo ayuden tanto a consolarse como a darse placer oral y que el cuerpo de la madre no ocupe todo ese terreno ya que en la separación de ella el niño se queda sin defensas para protegerse.

Pero ¿cuál sería la medida adecuada? En circunstancias normales conforme el niño va creciendo va generando recursos nuevos y con nuestra ayuda va aprendiendo a defenderse solito cada vez de más cosas y va encontrando otras maneras de calmarse. Tal vez, mantener el chupete a discreción no sea lo más conveniente, si no facilitarlo cuando el niño lo necesita realmente, por ejemplo no cuando está jugando, haciendo actividades escolares, viendo un cuento o una peli, ya que precisamente esas situaciones se convertirán a su vez en formas de entretenimiento, calma y divertimento, o sea formas más maduras de disfrute que tranquilizan internamente.

Conforme pasan los meses y se van encontrando otras formas de tranquilizarse y obtener placer, el chupete puede quedar para los momentos más difíciles (para dormir por ejemplo o en situaciones de estrés en general), siendo alrededor de los dos años cuando pueda ser conveniente dejarlo. Para lo que se pueden tener en cuenta las siguientes consideraciones:

-         En una medida adecuada, no excesiva,  el chupete no tiene por qué generar problemas en la boca (más el dedo gordo) aunque es prudente generar las condiciones adecuadas para que pueda prescindir de él entorno a los dos años de edad.
      -    Nos preguntaremos primero cómo es la relación del niño con el chupe (cuándo lo utiliza, está             muy enganchado o poco, tiene recursos más maduros ya creados…)
-         Que no coincida con otro momento importante (mudanza, retirada pañal, nacimiento hermano…)
-         Se puede empezar de día y mantenerlo por la noche; ese sería el segundo paso.
-         Entenderlo como un momento madurativo en el que el niño acepta hacerse mayor y que obtiene una compensación a la pérdida sufrida ya que sus papás se sienten orgullosos de él y él se siente orgulloso de sí  mismo.
-         Las palabras y el cariño se convierten en nuestras aliadas a la hora de calmar sus ansiedades.
-         Se puede recurrir a algún cuento que hable del tema.
-         Mientras tenga chupe por la noche, desde bebé, quitárselo cuando se duerma ayuda luego a que prescinda de él más fácilmente.
-         Cuando sólo lo tenga por la noche  suelen pasar dos o tres noches difíciles  hasta que se acostumbran a dormir sin él.
Y como siempre, mucha paciencia, cariño y confianza.